Cada época tiene sus costumbres y sus modas, eso es algo claro y apreciable. Pero las cosas buenas de verdad siempre permanecen.
En estos tiempos que corren, nunca mejor dicho, en el que las personas pasan y no se detienen a mirar y apreciar más que lo que les bombardea la retina...hay lugares que todavía siguen existiendo y funcionando como lo hacían antes, donde las personas pueden disfrutar calmadamente de cosas tan sociales como la compra.
El origen de los asentamientos humanos en el mundo, se origino entorno al intercambio de mercancías, en torno a los mercados que creaban las tribus de nómadas, allá por oriente.
Con el paso del tiempo, los mercados, lugares fundamentales de reunión, encuentro y compra, se fueron diversificando y expandiendo por toda la ciudad, dando origen al pequeño comercio descentralizado. Pero los mercados han permanecido durante siglos en activo en las ciudades y bajo mi punto de vista lo seguirán haciendo.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, podemos apreciar como el ciclo se repite, como entorno a los grandes almacenes y superficies comerciales, empiezan a aparecer asentamientos residenciales. Pero, ¿qué ha cambiado con respecto a los antiguos nómadas y los antiguos mercados? ¿Conseguirán hacer desaparecer a los mercados centrales de las ciudades?
Bajo mi punto de vista, los nuevos asentamiento y centros de intercambio y comercio, se han convertido en lugares
fríos, reflejos de un tipo de sociedad con prisas, que ya no le interesa tanto la calidad y la relación, sino que buscan perder el menor tiempo posible para "paradójicamente" disfrutar de otras cosas. Digo "paradójicamente", porque, ¿de qué se puede disfrutar más que de lo que supone un mercado?, ¿qué hay mejor que esto?:
Un buen paseo por el centro de tu ciudad y encontrarse amigos; una agradable conversación con los tenderos y vendedores, que pueden llegar a convertirte en uno más de ellos e instruirte en el mundo del pescado, la carne, la fruta,..; y lo más importante, la calidad de los productos y el disfrute real que produce preparar y degustar las cosas buenas.
Lo mejor de la dieta mediterránea no es el contenido, que es fantástico, sino lo que supone el culto a la comida, el ritual de la comida.
Por ello, yo creo que los mercados y pequeños comercios, con trato personal, no desaparecerán aunque se debiliten, porque si lo hacen, con ellos toda nuestra cultura se iría con ellos.
Cada época tiene sus costumbres y sus modas, eso es algo claro y apreciable. Pero las cosas buenas de verdad siempre permanecen.
Realmente ha sido una gran experiencia. Como en todo, hay gente más agradable y otra un poco menos dada a aportar cosas. Las fruteras muy muy majas!!




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